Thursday, February 5, 2015

La Privacidad en Vitrina

"¡Espérense! Hay que tomarle foto a la mesa para subirla." "¡Estamos celebrando x o y cosa! ¡Hay que avisarle al mundo!" "¡Me corté el pelo, miren cómo quedé!" "Estoy a dieta y lo detesto." "Me siento feliz." "Me siento triste."
Les podría seguir dando ejemplos, pero es más fácil que se vayan a mi tl y miren mis tuits. Y los de todo el resto de usuarios. Las cosas nos dejan de parecer "reales" si no las compartimos en alguna red social. Y está bien. Como humanos, necesitamos sentir que pertenecemos a una tribu y nuestra vida moderna nos permite hacer comunidades virtuales. Los que entramos tarde en ese juego (o sea, los que estamos más cerca de los 40s que de los 20s), todavía buscamos llevar a rl (real life) las interacciones que sostenemos con avatares. La suerte inmensa que he tenido al llenar mi vida de las personas que descubrí en Tuiter, no sé si sea común.
Aún así, no me siento cómoda soltando detalles personales al aire. Leer intimidades me shoquea. Tal vez es por eso que el pobre chato de la valla me pareció tan valiente. Ni siquiera en estos tiempos de transparencia el poner el corazoncito a disposición del escrutinio y ridículo del mundo se mira tan seguido. Lo mismo con las personas que tienen exposición pública en medios. Eso de ponerse de blanco de cualquiera con una opinión, es difícil.
La línea entre lo que se comparte y no, la determina uno mismo. Es igual que un escote, uno decide cuánto enseña y se atiene a las consecuencias. No voy a pretender destapar hasta el esternón y que no me miren con hambre (por lo menos, sería peor si fuera con lástima).
Y ahora, si me disculpan, tengo que compartir es post en mi tuiter para que me lean.

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