Wednesday, January 28, 2015

Las Relaciones Enfermizas

No lo puedo dejar. Me incomoda, me lastima,  me tortura, pero siempre regreso a él. Lo valoro por sobre los demás que me tratan mucho mejor. Es mi fiel compañero desde hace muchos años y siempre le he tenido un cierto resentimiento. Veo a otras por la calle que pueden darse el lujo de no necesitarlo. Yo, en cambio, no pongo un pie fuera de mi casa sin él. Imposible presentarme ante el mundo sin brassiere. Detestable artefacto de tortura, difícil de conseguir, costoso de comprar. Si uno encuentra uno bonito, no es funcional y los funcionales, pues... no son como para concurso de sensualidad. Pocas relaciones así de tormentosas y dependientes.
Todos tenemos algo o alguien que nos hace sentir así. Una piedra al cuello es más fácil de soportar que algunas reuniones familiares a las que se está "obligado" a asistir. Los comentarios afilados de la gente que nos quiere, parten el espíritu con una presición de láser de oculista. Unos zapatos que nos encantan, pero que nos dejan los pies como que hubiéramos caminado sobre brasas. Una cuenta de Tuiter que nos revuelve el hígado cada vez que la leemos.
Lo pesado en todos esos casos es una pura ilusión. Nadie está obligado a tener contacto con cosas o personas que le molesten. Con ninguna. Por supuesto que el cortar el hilo conductor tiene consecuencias, sólo es cuestión de medirlas y ver en dónde se encuentra el mayor bienestar. ¿Le cae mal cómo escribe alguien en su tl? Deje de seguirlo. ¿No le gusta una religión? No la profese. ¿Le parece que cierta conducta sexual está mal? No la practique. ¿Los zapatos le sacan ampollas? No se los ponga. ¿Una persona lo lastima? Deje de verlo. Por lo menos podemos tener el consuelo de la posibilidad de tomar decisiones como éstas.
En teoría, yo podría salir de la casa con las comadres sueltas y ser feliz. En la práctica, ayer se me olvidó empacar el bra en el maletín del gimnasio y pasé la mañana más incómoda de mi vida. Lo primero que hice cuando regresé a casa fue ponerme un sostén. Lo maldije a la media hora.

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