Thursday, January 22, 2015

La Nece(si)dad de Torturarse

Lo abomino con cada molécula de mi ser. Su voz me persigue por el laberinto de mis peores pesadillas. Contraigo los músculos de ese glorioso pedazo de mi cuerpo que se encuentra justo debajo de la espalda cada vez que lo miro. Y, aún así, regreso cada mañana de estos dos meses a pasar con él media hora retorcida por la relatividad de Einstein hasta parecer media semana. "¡Vamos! ¡Cinco segundos más! ¡Quiero que ya no aguantes!", y otras cosas peores para que suba otra vez la pierna, dé otro salto, levante el cuerpo del suelo.
Maldita la necesidad de hacer ejercicio. Duele, cansa, rompe y rasga y allí sigue uno, dándole, porque quiere "estar bien y saludable". Viene cualquiera de nuestros ancestros (de los alienígenas que salen en el History) a observar lo que hacemos con tal de estar en forma y definitivamente nos manda al equivalente del manicomio de su planeta, que seguro será "re bonito".
¿Se dan cuenta que para que el músculo crezca, se tiene que romper? Las microfracturas que uno le causa hacen que se repare para volverse más fuerte. Al corazón hay que llevarlo al límite para que no nos haga la gracia de quedarse parado en el más inconveniente de los momentos. Y no basta con encontrar una actividad que a uno le guste y repetirla para siempre, porque el gracioso de nuestro cuerpo se acostumbra y nos hace trampa. Hay que cambiar constantemente de tortura, todo con tal de forzarnos a mejorar.
Mientras tanto, lo que realmente quisiera estar haciendo es dormir. Leer. Ver tele. Cualquier cosa que no implique el dolor, el esfuerzo, el sudor (guácala). Pero tengo la escuela de mi madre, quien no movía una sola falange del más pequeño de sus dedos y murió antes de conocer a sus nietos, con el cuerpo plagado de achaques. Eso no es para mí.
El sacudirme la pereza y saltar como demente, levantar pesas, hacer abdominales, me representa una incomodidad. Así es la vida. Todo lo que se obtiene con esfuerzo repercute para bien en nuestras vidas por un tiempo casi indefinido. Además que impacta a las personas a nuestro alrededor. Si usted sabe caminar hoy, es porque de pequeño se cayó al suelo y se lastimó más veces de lo que sus propios padres se pueden acordar. Si es un adulto con alguna medida de cordura, es porque su cerebro recortó todas las conexiones neuronales que no necesitaba en un proceso adecuadamente denominado "adolescencia".
Así es que me trago el dolor, resisto el llamado de sirena de mis sábanas, me visto de forma ridícula y pongo el video del capataz del infierno. Lo odio. Si alguna vez lo conozco en persona, le doy un beso.

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