Friday, January 23, 2015

El "No" en Positivo

"No me quiero ir a dormir." *Lo mandan a dormirse. "No me quiero comer el brócoli." *Lo hacen tragarse el arbolito. "No quiero hacer deberes." *Termina sentado haciendo lo que tiene que hacer. Y así, la infancia y mucha de la adolecencia se pasa uno diciendo que no quiere hacer algo, sólo para hacerlo de todas formas y, encima de todo, sin poder alegar.
El "no" es una palabra poderosa. Tanto así, que si usted le da una instrucción en negativo a una persona, como: "No me traiga papaya", diez a uno que la fruta más prominente en el plato va a ser la que más le ofende. Porque nuestro cerebro tiende a borrarla cuando la escucha. Por eso se dan instrucciones en positivo a los niños: "Ven. Siéntate. Suelta. Deja. Respira."
Cuando uno es padre, son contadas las veces que permitimos a los niños ejercer el "no". Es en aras de la convivencia social dentro de la casa. Pruebe usted soltar a sus hijos a que hagan lo que les venga en gana y después me cuenta qué tan rápido va a buscar el palito con el que algunas personas disciplinan a sus hijos (en serio, hasta los venden. Sin comentarios.) Pero existen áreas de ejercicio de opciones, sobre todo las más personales, en las cuáles es casi obligatorio: si el niño no le quiere dar un beso al extraño que lo está saludando, déjelo; si ya no quiere comer, que se levante de la mesa, eso sí, que se espere hasta el siguiente tiempo de comida.
Poder decir que no implica que uno sabe decir que no. Si nos enseñaran cómo desde temprano, probablemente no nos juntaríamos con dos compromisos sociales a la vez, no hubiéramos salido con el monstruo de la laguna negra que todos tenemos en nuestro pasado y podríamos establecer mejores límites en nuestras relaciones. "No (inserte el nombre del(a) jefe aquí), no voy a trabajar el sábado. Le termino todo en el tiempo acordado, pero mi tiempo personal no se lo doy, si no me lo paga." ¡Ja! Suena difícil, ¿verdad? Pues así debería ser con todo. "No gracias, no quiero salir contigo." "No gracias, no puedo ir a tu fiesta." "No gracias, no quiero drogas." Etc., etc.
El sólo hecho de poder decir que no, libera tiempo, energía, emociones y posibilidades para hacer otras cosas. Pero, como dijo el Tío Ben, con un gran poder viene una gran responsabilidad. El no es simplemente un director de opciones conscientes, que nos hace darnos mejor cuenta de lo que hacemos. Y sí, el riesgo es caerle mal a la gente, pero el premio es más libertad. Hay que pesar qué prefiere uno.
Para mientras, tengo que ir a ejercer mi obligación de decirle a mi hija enferma, que no puede salir de la cama. En fin.

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