Monday, March 2, 2015

El Miedo a Uno MIsmo

Pareciera que hay dos corrientes de concepción de la naturaleza humana. En una esquina, los que creen que el humano es bueno, que tiende al bien y que simplemente el pobrecito es tentado más allá de sus fuerzas y se corrompe. En la otra, los que estamos convencidos que, muy en el fondo, los seres humanos somos malos, tendemos al vicio y nuestra virtud redentora está en trascender ese impulso.
Toda la conducta y la forma de llevarla a algo "deseable", depende de en dónde se encuentre nuestra propia imagen de qué somos capaces de hacer.
Me encanta ver personajes maquinadores, amorales, desprovistos de la más mínima empatía, calculadores, que obtienen lo que quieren sin tener el menor remordimiento por los métodos utilizados. Extremadamente inteligentes, piensan diez o cien pasos más allá de los demás y se anticipan a lo que pueda venir. Me gustan, porque veo una parte de mí misma en ellos, la reconozco, le tengo pavor y la tengo bien encadenada.
Saberme capaz de hacer cabronadas me da la medida del miedo que me tengo que tener a mí misma. Yo sé a qué soy vulnerable y le huyo cual la peste a las tentaciones que me parecen más atractivas. O sea, por eso se llaman "tentaciones", porque son sabrosas (shic´sabros´ diría una amíga), porque se antojan, porque dan ganas. Y pues no. De nuevo, me tengo demasiado respeto en mis defectos.
Cuando una sociedad se maneja bajo la idea de que somos buenos, dejamos las arcas abiertas y todos sabemos qué hacen hasta los santos en esos casos. Pero, si nos conocemos sin idealizarnos y aceptamos que somos como niños, las reglas claras y de pronta aplicación nos mantienen civilizados.
En una pelea, siempre ganan los que saben hasta dónde son capaces de llegar.

No comments:

Post a Comment