Monday, March 9, 2015

Cosas Ajenas

Vivo en la casa de mis papás, cocino con las ollas de mi mamá, coso con las máquinas, telas, hilos, encajes y patrones que ella dejó. La mitad de los trastos son más viejos que yo. De adorno, encuentro regados los instrumentos de ingeniería de mi papá, sus diplomas y medallas. Dos retratos antiguos sobre latón de antepasados (a quienes, con cariño irónico llamaba mi mamá las "cacatúas") presiden una pared. Pienso en esas cosas en función de "eran de mi xx". Todavía no las habito. Todavía me atan.
Porque, mientras no sean mías, no puedo disponer de ellas, como si a mi mamá muerta de hace más de ocho años le importara un ápice que yo use sus cosas o no. Me cuesta pensar en "desperdiciar" un centímetro del encaje español que guardaba ella, porque le costó mucho conseguirlo, porque lo apreciaba, porque es de ella. Y como lo hacía ella, le he cosido vestidos a mi niña (un poco torcidos), porque eso hubiera hecho mi mamá. Les confieso con mucho cargo de conciencia, que no me gusta. Lo hago, porque de todo hay que saber hacer, pero no me encanta. Y siento que la traiciono.
Literalmente hay docenas de plumas fuente guardadas en sus cajas, porque eran de un hombre que odiaba que le quitaran ni un pedazo de tape. Prefería comprarte una caja de rollos antes de darte del suyo. Me hace imposible usar sus cosas.
Y siguen siendo, entonces, "suyas". El peso de la presencia de objetos de los cuales no puedo disponer es grande y me cuesta quitármelo de encima. Porque yo no tengo nada pegado y si me dicen que algo mío le gusta a alguien, es muy probable que lo regale, porque para esos son las cosas, para compartirlas.
Necesito liberarme del sentimiento de atadura y encontrar la felicidad de repetir tradiciones que sirvan de puentes, no de amarras. En el momento que me apropie de lo que hay a mi alrededor, encontraré mi libertad, no para deshacerme de las cosas, sino para dejar ir al resto de fantasmas que todavía rondan por estos lugares.

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