Monday, March 9, 2015

Cosas Ajenas

Vivo en la casa de mis papás, cocino con las ollas de mi mamá, coso con las máquinas, telas, hilos, encajes y patrones que ella dejó. La mitad de los trastos son más viejos que yo. De adorno, encuentro regados los instrumentos de ingeniería de mi papá, sus diplomas y medallas. Dos retratos antiguos sobre latón de antepasados (a quienes, con cariño irónico llamaba mi mamá las "cacatúas") presiden una pared. Pienso en esas cosas en función de "eran de mi xx". Todavía no las habito. Todavía me atan.
Porque, mientras no sean mías, no puedo disponer de ellas, como si a mi mamá muerta de hace más de ocho años le importara un ápice que yo use sus cosas o no. Me cuesta pensar en "desperdiciar" un centímetro del encaje español que guardaba ella, porque le costó mucho conseguirlo, porque lo apreciaba, porque es de ella. Y como lo hacía ella, le he cosido vestidos a mi niña (un poco torcidos), porque eso hubiera hecho mi mamá. Les confieso con mucho cargo de conciencia, que no me gusta. Lo hago, porque de todo hay que saber hacer, pero no me encanta. Y siento que la traiciono.
Literalmente hay docenas de plumas fuente guardadas en sus cajas, porque eran de un hombre que odiaba que le quitaran ni un pedazo de tape. Prefería comprarte una caja de rollos antes de darte del suyo. Me hace imposible usar sus cosas.
Y siguen siendo, entonces, "suyas". El peso de la presencia de objetos de los cuales no puedo disponer es grande y me cuesta quitármelo de encima. Porque yo no tengo nada pegado y si me dicen que algo mío le gusta a alguien, es muy probable que lo regale, porque para esos son las cosas, para compartirlas.
Necesito liberarme del sentimiento de atadura y encontrar la felicidad de repetir tradiciones que sirvan de puentes, no de amarras. En el momento que me apropie de lo que hay a mi alrededor, encontraré mi libertad, no para deshacerme de las cosas, sino para dejar ir al resto de fantasmas que todavía rondan por estos lugares.

El Precio de la Belleza

Ese día no me desperté imaginando que me fuera a tener que empelotar tres veces ante extraños, dos de los cuales me manosearon. Según yo, la cita donde el doctor se iba a desarrollar como una plática entre gente civilizada: "¿Qué tenés?" Yo: "Me duele la cintura desde hace dos meses, pero ahora sí ya no la aguanto." Él: "¿Has estado estresada?" Yo: "Sí." Él: "Está bien. Tómate/Inyéctate/Inhala esto y vas a estar mejor."
Ah, pero no. Allí estaba yo, más destapada de lo que me siento cómoda, caminando de un lado al otro de la clínica, porque tenía que ver qué onda con mi espalda. Y después, la radiografía, donde no pueden ponerle a uno una mujer que lo acomode, me tocó un patojo. Y por último el utrasonido, menos mal esta vez sí una doctora. ¿Todo para qué? Para que, al final de cuentas, resulte que tengo una curvatura especial al final de mi columna, que hace que en momentos de tensión presione ciertos discos. ¿Tratamiento? Ejercicio.
Alagranmellevantodaslasmadresdelosdiputadosypolíticosdelpaís. Y me acarrean de regreso.
"El precio de la belleza" me dijo el doctor. Resulta que esa curvatura hace que las caderas se vean mejor, pero chingan la existencia. Ni modo, no es algo voluntario, pero sí es algo con lo que hay que lidiar.
Así pasa uno por la vida, pagando el precio de lo que tiene. Y de lo que no tiene también. Porque a veces son por cosas involuntarias: que si uno es alto, que si uno es bajo, que si tiene el pelo rubio, negro, café, verde... Otras, es por la pura gana de meternos a lo que queremos: si escogemos una carrera, nos aguantamos las clases que no nos gustan. Si queremos estar delgados, nos tragamos el no poder tragarnos el pedazo de pastel.  Lo que uno paga por estar con una persona, es renunciar a la posibilidad de estar con otras.
Y, aunque no se puede escoger todo en esta vida, sí se puede tomar una decisión de qué vale más. Bien podría acostarme a lamentar mi destino y volverme una inútil, porque en serio me duele. Pero quiero cargar nietos y jugar con ellos. Po eso los dejo, porque, encima del Insanity, el karate y el yoga, tengo que ver qué más hago.

Wednesday, March 4, 2015

La Emoción Lógica

Por la edad que tengo, los cuentos de hadas, princesas rescatadas, amores a primera vista, bodas que terminan en un "y fueron felices para siempre" y demás fantasías torcidas fueron lo que le dio alguna forma a mi idea del amor. Luego crece uno y resulta que eso no existe. Claro que te puede gustar alguien desde que lo miras, pero eso no es amor, es calentura. Y está bien, nada tiene de malo que haya química, al contrario. El problema viene cuando se confunde la campanita que suena por lugares inmencionables con amor.
Para los que, además, nos enamoramos con el cerebro, toda la historia esa del amor ciego y estúpido es traumatizante, porque no nos podemos sentir así. Como ejemplo, la "mejor historia de amor del mundo":  Romeo y Julieta. 1. Romeo venía de llorar cual buen adolescente porque una chava no le había hecho caso. 2. Conoce a Julieta cuando se cuela en una fiesta y se enamora inmediatamente de ella. 3. Par de ishtos calientes, se casan como a las 3 horas de verse por primera vez para poder cuchiplanchar sin remordimientos. 4. En vez de decir que ya se casaron, el Romeo se echa al primo de Julieta y tiene que huir. 5. Por último, no se les ocurre mandar una pinche notita diciendo que Julieta va a hacerse la muerta, el mula de Romeo mira lo que cree que es su cadáver y se mata, la chava se despierta y se mata también.
Par. De. Estúpidos.
¿Para cuándo una historia de amor en donde un par de buenos amigos, que se gustan muchísimo, encuentran que lo tienen todo en común, se sientan a diseñar cómo quieren su familia, tienen excelentes noches (y mañanas y medios días, lo que se pueda), se respetan y sea admiran y se aman?
Si sacamos la lógica fuera de la ecuación de una relación y sólo se deja la "emoción", estamos condenados a fracasar. Tampoco sirve al revés, porque, al fin y al cabo, se trata de que también le palpite a uno el corazoncito.
Me da especial gusto ver que ahora los cuentos que le enseño a mis hijos ya no sólo hablan de ese tipo de relaciones, que incluso la heroína ni siquiera se queda con un príncipe y menos necesita que la rescate. Y qué bueno que se hayan muerto ese par de mulas, así es más fácil decir: "¿Viste? No hay que ser así de babosos?"

El Síndrome del Avestruz

"Mama, ¿qué es ese calzón que sólo cubre la raya?", pregunta mi hijo de 7 años hace poco. Menos mal estábamos parados en un semáforo, porque hubiera podido chocar de la sorpresa. 
Entonces comenzamos con el protocolo de respuesta ante ese tipo de inquisisión: 
P. ¿En dónde lo viste?
R. En una valla anunciando baterías.
P. ¿Qué te llamó la atención?
R. Que sólo le cubre la raya y ¡qué incómodo! ¿Por qué usan esas cosas?
Hay una diferencia abismal entre darles las herramientas a los hijos para caminar (más o menos) protegidos por el mundo y otra querer creer que nunca van a enfrentarse a lo que está allá afuera. Imposible que un niño en esta época no mire nalgas y chiches por todos lados, cuando están en las vallas anunciando escaleras, en la tele vendiendo filtros de aire y en otras partes igual de inesperadas.
¿Y qué puede hacer uno? Yo sólo sé qué prefiero hacer en mi casa: responderles exactamente lo que me preguntan, teniendo en cuenta su edad. Incluso, en algunos casos, me adelanto a la pregunta, dando la información que quiero que tengan de primero, antes que alguien más llene esa silla en el teatro de su cerebro. 
No todos somos así. Hace poco comenté que sería bueno recibir, como padres, una charla con un buen psicólogo de cómo hablarles acerca del sexo a nuestros hijos. Ustedes creerían que tuvieron a sus hijos por ósmosis del horror que vi en sus ojos ante la palabra mágica. Y después están lamentándose que el neneco anda por allí feliz cantando la canción del serrucho... No se puede. 
El mundo no va a hacer una burbuja alrededor de nuestra realidad para no dañarnos. Es nuestro trabajo prepararnos y nuestra obligación preparar a los que tenemos a nuestro cargo, para salir a la calle y no embarrarnos demasiado.
La conversación terminó así:
"Pues, hijo, eso es una tanga, una ropa interior que usan las mujeres para que no se les marque el calzón debajo del pantalón. No es para andar así por la calle. Porque es ropa INTERIOR."
Espero que la próxima vez no me agarre cortando algo en la cocina, o con el carro en marcha, no me gustaría tener un accidente.

Monday, March 2, 2015

El Miedo a Uno MIsmo

Pareciera que hay dos corrientes de concepción de la naturaleza humana. En una esquina, los que creen que el humano es bueno, que tiende al bien y que simplemente el pobrecito es tentado más allá de sus fuerzas y se corrompe. En la otra, los que estamos convencidos que, muy en el fondo, los seres humanos somos malos, tendemos al vicio y nuestra virtud redentora está en trascender ese impulso.
Toda la conducta y la forma de llevarla a algo "deseable", depende de en dónde se encuentre nuestra propia imagen de qué somos capaces de hacer.
Me encanta ver personajes maquinadores, amorales, desprovistos de la más mínima empatía, calculadores, que obtienen lo que quieren sin tener el menor remordimiento por los métodos utilizados. Extremadamente inteligentes, piensan diez o cien pasos más allá de los demás y se anticipan a lo que pueda venir. Me gustan, porque veo una parte de mí misma en ellos, la reconozco, le tengo pavor y la tengo bien encadenada.
Saberme capaz de hacer cabronadas me da la medida del miedo que me tengo que tener a mí misma. Yo sé a qué soy vulnerable y le huyo cual la peste a las tentaciones que me parecen más atractivas. O sea, por eso se llaman "tentaciones", porque son sabrosas (shic´sabros´ diría una amíga), porque se antojan, porque dan ganas. Y pues no. De nuevo, me tengo demasiado respeto en mis defectos.
Cuando una sociedad se maneja bajo la idea de que somos buenos, dejamos las arcas abiertas y todos sabemos qué hacen hasta los santos en esos casos. Pero, si nos conocemos sin idealizarnos y aceptamos que somos como niños, las reglas claras y de pronta aplicación nos mantienen civilizados.
En una pelea, siempre ganan los que saben hasta dónde son capaces de llegar.

Thursday, February 26, 2015

5 Segundos Antes

Quiero saberlo todo. Todo de todo. Cómo se formó el universo y qué había antes de que existiera el tiempo y qué pasó con los dinosaurios y de dónde vienen los humanos y para qué servimos y en qué vamos a parar y si existen otras dimensiones y si hay extraterrestres y... me cachan. Todo.
Pero sólo quiero saberlo 5 segundos antes de morir. Porque no creo que mi cerebro lo aguante durante más de 5 segundos sin reventar. Y si, como creo, existe una trascendencia eterna después de esta realidad, verdaderamente espero que me pele todo eso, entonces, aunque lo sepa, no me va a servir. (Y si no existe, peor aún).
¿Se dan cuenta qué sería saberlo todo? Pero en serio, no como va alguna gente por la calle creyendo que sí lo sabe. Si muchas veces ni siquiera me sé a mí misma. Y así va uno por la vida, tomando decisiones sin tener toda la información, simplemente porque ésta no está disponible, porque es imposible tenerla absolutamente. Me he arriesgado muchísimas veces, porque no se puede vivir de otra forma. Dejar un trabajo sin estar cien por ciento seguros que no tener ese ingreso va a ser mejor para nuestra familia, pero con la esperanza que educar a los niños como queremos paga el sacrificio con creces. Entregar el corazón en manos de otra persona, sabiendo que está uno abierto y vulnerable y sólo pidiendo que no se lo devuelvan hecho carne molida. Hacer un examen médico que puede o no determinar la posibilidad de tener cáncer en un futuro.
Lo único que uno puede hacer es educarse lo mejor que uno puede y dar el salto, porque hasta no avanzar es una forma de movimiento.
Si llego a saberlo todo y me da tiempo y alguno está cerca, tal vez les cuente algo. Estén pendientes.

Los Círculos

Son posiblemente la figura geométrica más perfecta, completa, dinámica. Significan eternidad y movimiento y protección. Ponlos a girar y te llevan a donde quieras. Dales vueltas sobre su eje y son una esfera, que es un mundo, o un sol, o un universo. Los que estamos casados los llevamos como signo y a los que les gusta quitárselos, los delata la marca.
Pero dejemos un círculo abierto y nos queda algo más parecido a una "c", como de "cagadales". Cuando no unimos los extremos de nuestras vidas, terminamos recorriendo una espiral que inevitablemente nos lleva al mismo punto, sólo que un poco más abajo. O se quedan recordándonos que dejamos algo sin concluir, como tener la espinita de no haber podido madurar mi relación con mi papá.
Poder cerrar una etapa, darle una conclusión a una historia, libera para lo que pueda venir. Una conversación en un restaurante perdido me ayudó a recuperar el recuerdo de mi mejor amigo y abrir la puerta para una llamada que, años después me traería al hogar que tengo hoy. No siempre es fácil tomar esas decisiones. Me costó siete años sentarme a la orilla de una cama y decir "hasta aquí". Mis pesadillas recurrentes son escenarios en los que no dí ese paso.
Muchas veces necesitamos perdonar a otras personas para salir adelante. Otras, tal vez las más complicadas, debemos perdonarnos a nosotros mismos y darle fin a un vicio. Las más tristes son cuando no queda nada qué hacer.
En estos momentos las historias de mi vida aún están en movimiento y tengo pocos círculos cercanos a cerrarse. Espero que, cuando llegue el momento, tenga la oportunidad de unir todos los extremos. No me gustaría dejar gente con cosas pendientes.

Me Ofende Que Te Ofendas

Porque si yo digo un insulto pesado, cortante, no es para que te pongas así. No es personal. Estoy sólo expresando mi opinión. Es mi derecho. Es problema del que se molesta, del que se lo toma a mal. Feo tu modo de contestarme una patanada. Ya nada puede decir uno.
O, nos vamos al otro extremo, utilizando un lenguaje tan blando que parece mosh sin sal.
La belleza del lenguaje es que sirve para comunicar más allá de cosas básicas. Tenemos como humanos la singular habilidad de conectar sentimientos a palabras, cada uno haciendo una mezcla propia entre las experiencias vividas alrededor de lo que representa el concepto y lo que comúnmente significa.
Por eso es cierto que no somos del todo responsables del sentimiento que podamos provocar con lo que decimos, pero tampoco nos podemos hacer las momias de lo que queremos decir según el lenguaje común. Decirle "imbécil" al vecino significa lo mismo para todos, además de las atribuciones propias que le pueda dar el fulano (quién sabe si así le decían de cariño en su casa, de todo hay en la viña del Señor).
Sólo podemos asegurarnos de estar comunicando exactamente lo que queremos decir, en los términos más claros y comunes para todos y hacernos responsables del resultado de esa comunicación. O sea que si yo te quiero ofender, me voy a tomar la molestia de hacértelo saber. Si lo hago por equivocación, me gustaría saber por qué y tal vez llegar a un entendimiento. Pero ni puedo hacerme la inocente de haber quebrado el vidrio con la pedrara tirada, ni responsable de la carita que se me atravesó voluntariamente en el trayectorio del proyectil.
Y si no me creen que hay personas que les gusta ofenderse, paséense por Tuiter.

Wednesday, February 25, 2015

El Soundtrack De Mi Vida

Tengo una excelente memoria para olvidarme de todo. Hay muchas cosas que recuerdo sólo de ver las fotografías. Partes enteras de mi vida que están bloqueadas, o que me salto en el recuento de mis años. La caña que pesca los momentos que quiero sacar a la luz, para mí, es la música.
La Navidad de mi infancia suena a los villancicos del himnario de mi abuela, que ahora es un documento venerable que sólo se saca cuatro domingos al año. Mi adolescencia angustiosa se mueve al ritmo de los gunners y alguna que otra de Bryan Adams. Les puedo dar el playlist entero del camino a la Antigua cuando volvimos a salir de novios. Under Pressure me sirvió para molestar a un muchachito en Nueva York. Frank Sinatra acompañó mis embarazos cuando "I´ve Got You Under My Skin" tomó un significado completamente diferente al original. Bailaba por toda la casa escuchando "Me Pongo Triste y Sentimental" con un canche que apenas puedo cargar ahora y bañaba a una pulguita amarilla y arrugada con "Just The Way You Are" (creo que es la única de Mars que me gusta).
Otras canciones entran furtivamente y me atacan. "Eres Tú" es un gancho al hígado que casi rompe el dique detrás del cuál guardo a mi mamá, porque todavía no sé si puedo navegar su recuerdo, o quedar ahogada de tristeza.
Creo que una vida llena de música tiene una dimensión adicional. Que mis hijos me pidan que les cante "sus" canciones de Alux crea un puente entre mi yo adolescente y su ellos niños y tal vez es más fácil que se entiendan.
Y tal vez, como encantador de serpientes que las saca de la canasta con una flauta, yo desenrosque mis recuerdos, una canción a la vez.

Monday, February 23, 2015

Tener y Demostrar

Una cosa es tener un busto de museo y otra estarlo enseñando. O peor, no tenerlo, finjirlo y querer aparentarlo. Las demostraciones públicas de afecto demasiado efusivas me dan un tipo especial de alergia: o son genuinas y entonces mejor se van al Primavera Suites (o al OVNI, no he tenido el gusto de visitar ese venerable establecimiento, entonces no tengo punto de comparación), o no lo son, entonces para qué están manoseándose en público.
Entiendo que es cuestión de gustos personales y que no me debería importar, pero como aquí desahogo el enredo de mis pensamientos, ténganme paciencia. Tampoco me entra en la cabeza tener carros que no pueden pagar ni el repuesto, o salir a la calle a comer y sólo tener frijoles en la despensa. Ya viví así. De apariencias. Bien feliz, obvio.
La persona que encuentra una fuente de satisfacción interior, pocas veces va a proclamar a los cuatro vientos las cosas que posee. Le es indiferente si se nota o no. Quiere compartirlo, no demostrarlo.
Como vivimos ahora, es difícil llegar a tener este "zen", porque las cosas externas brillan muy bonito y dan ganas. Pero así como se puede uno reeducar a encontrar satisfacción en una manzana y no querer una dona, también así debería uno poder no desear el último grito de la moda, el carro más lujoso que el del vecino, la mejor foto de familia para subir al FB.
No sé ni siquiera si eso sea realmente lo que quiero hacer. Sobre todo porque pienso en términos de "sacrificio", "abandono", "renuncia", todo negativo. Habría que cambiar el lenguaje y decirse cosas como "libertad", "transformación", "trascendencia". Ush. Me da vértigo sólo de pensar subirme a esa montaña.
Quedémonos con no andar sacando por allí el escote.

Sunday, February 22, 2015

Lo Anormal de lo Común

Todas las cosas tienen un propósito ostensible, que determina la normalidad de su utilización. O sea, un desatornillador sirve para lo que dice su nombre, no para limpiarse los dientes, por ejemplo. Lo normal es que el tráfico se detenga cuando el semáforo da luz roja y avance cuando da verde. Lamentablemente, lo normal no siempre conjuga con lo común y por eso uno se queda esperando un par de segundos después que tiene la lucesota verde para ver si no viene un energúmeno que se le ocurrió que el rojo, o no le aplicaba, o que todavía pasaba "raspadito". Lo normal es que si uno tiene hijos y sale a caminar con el carruaje, sea la nana la que lo empuje y no que comunmente se lleve a una empleada al lado, empujando el cochecito del neneco. Lo normal es que a uno le guste estar con la persona con la que se casó y no llamarla "la bruja de mi mujer" de forma habitual.
Ahora, cuando entramos en las preguntas filosóficas de un niño de 7 años, la cosa se complica un poco. "Mama, ¿por qué las mujeres se pintan y los hombres no?" Allí no se puede hablar de normalidad per se, pues esas reglas sociales las dicta eso, la sociedad en la que vivimos. Y nada es tan mal visto en la sociedad como salirse de la normalidad artificial que "debemos" tener.
Ese arte entre navegar entre el fluido del ámbito en que nos movemos y salirnos de la corriente para encontrarnos a nosotros mismos es algo que pocos logran. Los que se salen de lo común y viven una normalidad propia, no son necesariamente las personas más felices de la historia, pero sí son las que más la han impactado.
Las mejores decisiones de mi vida las he tomado fuera del contexto de lo que es "común" hacer, pero que me han parecido normales. Creo que es normal sentarse con el fulano con el que uno sale y preguntarle a dónde quiere llegar. Me parece normal que un niño tenga un horario, de lunes a domingo. Estoy segura que es normal estar profundamente enamorada de mi esposo.
Igual, seguiré esperando un momento para avanzar en mi carro, no sea que me pase llevando un común.

Friday, February 20, 2015

Cumplir de Más

"Yo no cocino, ni limpio y tengo mal carácter." Frase célebre que utilizaba frecuentemente cuando tenía 18 años a modo de promoción/advertencia a los candidatos. Obvio, no eran muchos. También tenía la filosofía de no maquillarme seguido, para no espantar al que fuera a despertarse al lado mío. Conozco a una señora guapísima que se pone la cara antes de dormir, se levanta de madrugada para bañarse y pintarse, de forma que el marido jamás la ha visto sin repello. Eh... Mejor no.
Cuando llegamos a algún lugar que nos han recomendado hasta por los cielos y que se promociona como la octava maravilla, tenemos expectativas altas y éstas a veces son difíciles de cumplir. Pero si en vez de recibir promesas extravagantes, simplemente obtenemos resultados eficientes, nos sentimos más satisfechos que encontrar un billete en la bolsa del pantalón.
¿En cuántas ocasiones nos han ofrecido bajarnos la luna y las estrellas? ¿O ser un Cassanova y luego ni siquiera pueden quitarnos el bra con una mano? ¿O cómo hemos quedado nosotros mismos cortos de lo que hemos prometido?
No se trata de ir por la vida sin entusiasmo, pero es mejor guardarse un poco para el "delivery".
Sigo sin maquillarme todos los días, pero me tatué el delineado de los ojos. Ya cocino rico y me encanta mantener mi espacio limpio... mi marido se siente dichoso con dos de tres.

Thursday, February 19, 2015

20 de 1,700

Este año, al igual que el anterior, me tomé fotos para regalarlas al marido del día del cariño. Con fotógrafo profesional y maquillista, porque no soy la preferida de la cámara. La vez pasada pudimos escoger sólo 10 del montón que quedaron en el olvido. Ahora por lo menos salieron 20. Son momentos perfectos robados de la realidad en los que veo una mujer que a veces soy. Lindo poder dejar ese recuerdo, como la colección de fotos de cuando tenía veinte años, las de bebé redonda, la niña abrazando a su papá.
Ahora con la facilidad de tomar y ver inmediatamente en un teléfono lo que se quiere captar, tenemos una orgía de imágenes a nuestra disposición y no nos dan la sorpresa en la caseta Kodak. Así, puedo enseñarles sus berrinches a mis hijos, que tienen sucia la cara y la parte de atrás de la camisa (aún no sé cómo), el pelo de loca, todas las realidades comunes, que no son precisamente enmarcables.
Recientemente circuló una foto de Cindy Crawford, quien a sus casi 49 años, dos matrimonios y dos hijos después, está como tiene que estar. Es tan sorprendente ver a una modelo sin retoques, que se nos olvida que no es el espejo el que nos da una imagen inexistente, sino la publicidad.
La vida no es como las fotos, escogida y perfecta. Para eso está el Facebook. Está bien que atesoremos los mejores momentos, pero prefiero pensar que a mi esposo le gusto en un día normal, en mi usual facha y no sólo en esas 20 imágenes. Salieron preciosas, eso sí. Y no, no se las voy a enseñar.

Tuesday, February 17, 2015

La Belleza es Objetiva

Por lo menos eso dice mi marido. Y tiene un razonamiento bastante interesante: si siempre existe alguien a quien le puede parecer bonito algo, entonces resulta que todo siempre es bonito y que sólo depende de la percepción. En realidad, el mundo es neutro. Una mezcla de ondas de luz, sonido, partículas, que nuestro cerebro convierte en sensaciones. La física cuántica argumenta que estamos compuestos de cosas que no están allí.
Es como la moda. No siendo la persona más arreglada sobre la tierra, pocas veces me disparo una crítica contra las fachas de alguien más. Pero hay algunas personas que tienen un sentido carnavalezco de la ropa y que salen a la calle con valentía. Y se sienten bien. De nuevo, es su percepción.
¿Y por qué no? La deformación que tiene nuestro cerebro hacia lo negativo viene de la época en la que teníamos que encontrar al tigre entre las sombras. Mejor ser pesimista y equivocarse, a salir despreocupados y servir de garnacha. Tal vez ya es hora de fijarnos en las cosas buenas y esperar lo mejor (salvo en el tráfico, por favor no lleven el vidrio abajo). Todas nuestras neuronas se pueden reconfigurar hacia la felicidad. ¿Y quién no preferiría ser más feliz?
Objetivamente, el mundo está lleno de cosas agradables. Hasta los disfraces, digo, la ropa que portan algunos con orgullo, tienen su encanto. Sólo hay que cambiar la percepción.

Lo Que No Se Espera

El declive de mi mamá fue un proceso largo. Sufrió un derrame cerebral y pasó en mayor o menor grado de invalidez durante año y medio. En ese tiempo vi a una mujer desconocida ocupar el lugar de mi mamá. El daño fue tan cruel que no afectó ni su memoria, ni su capacidad de raciocinio. Simplemente la convirtió en una adolescente berrinchuda, sin filtros y difícil de cuidar. Después de haber sido la más considerada, la más dulce, esperaba el momento justo para morderme cuando le lavaba los dientes. El doctor me lo dijo muy bien: "no se lo tome personal. Ya no es su mamá." Murió inesperadamente, pues nunca estuvo enferma. Pero no me tomó desprevenida. Aún así, no hay forma para estar listo.
El viejo dicho de "No es lo mismo verla venir que bailar con ella," es tan cierto, que no sirve para nada. Se pueden leer todos los libros acerca de la maternidad que hay en el mundo y olvidarse de lavarle el ombligo al bebé (no voy a decir a quién me pasó). Hay muchas más cosas en la vida para las que es imposible prepararse, pues pocas cosas son seguras.
Prefiero mantener la ilusión de adelantarme a los hechos. De tener una noción del futuro. Entiendo que es una simple ilusión. He visto que las personas parecen más felices cuando se dejan llevar un poco por el presente, sin planificar mucho su futuro.
Con esto, como en mucho, no sé. Tal vez lo mejor sea una combinación de planificación detallada, con espacio para la espontaneidad.

Monday, February 16, 2015

Tu Burbuja y la Mía

Grande, pequeña, opaca, transparente, incluyente, frágil, de cualquier forma que sea, pero todos vivimos dentro de una burbuja. La que nos construyeron nuestros padres, profesores, profesiones, preferencias, religiones, relaciones, experiencias. La que percibimos, o que de todos modos nos envuelve y negamos. No importa. Siempre está allí.
Cuando crecemos y tomamos conciencia de su existencia, si queremos experimentar el mundo de forma más amplia, decidimos expander la burbuja. Cuando fijamos nuestros valores y lo que más nos importa, reforzamos sus fronteras.
La frase "Así hacemos las cosas en esta casa" es la primera frontera de la burbuja. Cada familia tiene su propia base. Los niños en mi casa están dormidos antes de las 7pm, de lunes a domingo. Escogimos un colegio en donde tuvieran tres idiomas, para darles amplitud del mundo. Tenemos la esperanza que, con su propio esfuerzo, se puedan ir a estudiar fuera. Bien, o mal, ésa es la burbuja dentro de la que metemos a las personas que tenemos a nuestro cargo. Somos bien extraños.
Ayer mi hijo me preguntaba si había alguien en mi vida que me molestara. Pude contestarle que no, porque verdaderamente sólo me relaciono dentro de mi burbuja con gente que me aporta más cosas positivas que chingaderas. Así podo mi tl, doy blocks y ufs sin remordimiento, dejo de contestar llamadas y evito inmiscuirme en situaciones desagradables.
Lamentablemente para mis hijos, el mundo a su edad está lleno de gente que no respeta las burbujas que cada uno tiene. Ya aprenderán a defenderse.
Por el momento, se me está terminando el tiempo de pintarles sus burbujas de colores y debo aprovecharlo.

Sunday, February 15, 2015

Un Corazón Exclusivista

Cuando iba a nacer mi segunda hija, tuve un momento de verdadera preocupación. Ya tenía un hijo que ocupaba una buena parte de mi corazón y un marido que ocupaba el resto. ¿En dónde iba a caber esta nueva personita? Nunca he tenido mucho espacio emocional y el que concedo, si no corresponde con un afecto razonado, no dura mucho.
Ese amor que se siente por un hijo, el que va más allá de la razón, aún ahora siete años después me sorprende. Porque el amor de pareja, el que es una decisión activa que se acompaña de la cabeza y no sólo de las partes que se emocionan, ése es fácil de identificar. Lo mismo con mis amigos. El afecto comienza pensado. Yo sé, es extraño. Pero funciona. Por lo menos a mí.
Parte importante de la inteligencia emocional es la capacidad de empatía. Ése "sentir los sentimientos del otro". Para serles completamente sincera, muy pocas personas me importan lo suficiente como para ponerme en sus zapatos emocionales. Mi corazón es como un hotel de cupo limitado. Pero tal vez porque me sé incapaz de solidarizarme espontáneamente, trato de ser más objetiva y justa.
Mis hijos podrán contarles que en la casa si no hay sangre ni huesos rotos, las lágrimas no se permiten. Mis amigos reciben mi cariño en forma de regaño. Mi marido... pues, éste no es el blog para eso, tal vez cuando escriba erótica.
Cada quien se maneja por la vida de la manera que mejor le parece. Eso de hacer de la vida una candela es tan doloroso como uno quiera hacerlo. Así pone uno la carita vulnerable ante situaciones y personas que tal vez no lo valoran.
Por el momento, les puedo decir que cuando nació mi hija mi corazón sufrió una ampliación. 

Friday, February 13, 2015

"Sin Pelos en la Espalda...

... y sin mal aliento. Y que no se tire pedos en frente mío. Y que no sea huevón. Y que no..." Mi letanía de requerimientos para tener pareja cuando mi mamá me preguntó qué estaba buscando.
Siempre he pensado que es mucho más importante saber qué NO me gusta. De nada sirve encontrar a alguien que llene toda la columna de "tener", cuando aparece con algún "pero". Por ejemplo: la mujer es despampanante, PERO deja la ropa tirada en el suelo. Al principio, ese pequeño detalle podrá no importar, PERO, cual gota de agua que termina cincelando un precipicio, son las cosas cotidianas las que hacen o destruyen una relación.
Y así es con todo. En una dieta lo esencial es saber qué no comer. En un trabajo quiero que me digan qué sale fuera de mi ámbito de acción. Un artículo de ropa se puede ver lindo en la vitrina, pero quedarme fatal. En mi casa, la generala que tienen mis hijos por madre prefiere poner las reglas de qué no pueden hacer, a decirles qué sí. Por eso las leyes, los mandamientos y las normas de conducta en general se dan en negativo. Todo lo demás, sí se puede hacer.
El conocer qué no soporta uno es una clave para no ir poniendo el corazón en lugares que van a terminar mal. Vale la pena examinar esos límites y evitarse uno lágrimas derramadas sobre tazas de inodoro levantadas, pastas de dientes mal exprimidas, ropa interior regada, etc.
No es común recitar esos disgustos. Mi santa madre me vio con cierta ternura cuando terminé y me dijo: "M´hija, pues no sé a dónde te lo vas a tener que mandar a hacer así exacto como lo quieres."
Pues hasta ahora puedo decirles felizmente que ni un pelo en la espalda, aliento fresco, trabaja como burro y mi nariz no ha sido violentada por ningún gas lacrimógeno. Todo bien.

Thursday, February 12, 2015

La Humildad Desafiante

Como virtud, la humildad es la menos deseada de todas. No he encontrado a nadie que le guste que lo califiquen de "humilde". La equiparamos a "pobre", "sumiso", "apachurrado". Eso de poner la otra mejilla no es precisamente una propuesta seductora (bueno, ahora con eso de 50 Shades, quién sabe). Roy H. Williams, un genio del mercadeo, considera que el acto de ofrecer la otra mejilla no es una demostración de debilidad, menos de miedo.
La persona a la que más admiro en el mundo es sin duda el hombre más seguro de sí mismo. Jamás lo he escuchado tratando de llamar la atención, ni de demostrar que es el más inteligente en un grupo, aún cuando eso es así el 99% de las veces. Escucha con interés el punto de vista de los demás y concede la razón cuando lo amerita. Callado, observador, humilde.
Ahora me doy cuenta que cuando yo más he querido sobresalir es en las situaciones en las que menos cómoda me he sentido. Antes, entre un grupo nuevo de gente, era yo la más gritona, la primera que decía algo inapropiado para hacer reír a los demás. En una clase, hacía las preguntas más interesantes para que el profesor se diera cuenta de lo lista que soy. Con los años, con una mejor medida de mi propio valor, no siento esa necesidad de reconocimiento externo.
Encontrar eso, la fuente de saber cuánte vale uno y que sea completamente independiente de validaciones de fuera, ésa es la humildad. Una persona verdaderamente humilde no necesita que nadie lo suba a un pedestal. Tampoco necesita tirar al suelo a nadie. Escucha y acepta ideas nuevas, aún si contradicen las propias. Admira los logros de los demás, porque sabe que no son en detrimento de los suyos.
Por eso, el desafío implícito en poner la otra mejilla. Aquí está. El golpe anterior no me quitó a mí nada. A ver si te atreves a darme otro. Así sí me gusta esa virtud.

Wednesday, February 11, 2015

El Petate y la Bola de Jabón de Coche

Recién divorciada (casada a los 20, divorciada a los 27, no hijos por supuesto, material de otros muchos posts que me guardo para tener qué escribirles en otras ocasiones), regresé a vivir con mis papás. Preocupada por mi posible conducta, mi mamá le preguntó a una amiga: "Ay chula, ¿y si le da por putear?", a lo que su amiga plácidamente contestó: "Pues que putee Chita, sólo que tenga cuidado de lavarse con jabón de coche." Otro día, me topé con otra amiga suya entrando a mi casa y ella saliendo. Me miró de pies a cabeza y exclamó: "¡M´hija! ¡Yo con tu cuerpo y tu cara y lo que ya sé, andaría con el petate bajo el brazo!" Mejor no elucubremos acerca del grado de relajación de la moral de las amigas de mi santa madre.
Mi relación con mi mamá siempre fue inmensamente cercana, complicada, amorosa, tormentosa, codependiente, feliz... Yo soy hija única y eso distorciona aún más la dinámica padre/hijo. Recuerdo haberle preguntado muchas veces: "¿Cúando vas a dejar de decir que sólo tengo XX años?". La respuesta era la misma: "Nunca, porque siempre te voy a llevar la misma edad." Ahora que tengo hijos, me cuesta separar su realidad del recuerdo del bebé indefenso que me necesitaba para todo. Y es que la relación que tenemos con ellos nunca puede ser de igualdad, porque está predicada precisamente en que sabemos más que ellos y por eso tenemos la "administración" de su vida.
El fenómeno también funciona a la inversa. ¿Quién de nosotros ve a sus padres como adultos? ¿Como personas en sí mismas, con anhelos, experiencias propias? Es difícil imaginarnos a nuestros padres existiendo antes que nosotros naciéramos.
Yo ya no tengo la oportunidad de indagar en la mente de mis padres para sacar a esa persona de mi edad que se esconde en sus recuerdos.
Por lo menos me queda la satisfacción de haber sentido que mi mamá me trató como adulto con derecho de tomar malas decisiones: esa Navidad, bajo el árbol, encontré un petate y una bola de jabón de coche.

Tuesday, February 10, 2015

Tres Palabras Para Encabronarme

No son "Te ves gorda", para eso hay espejos. Son: "No te enojes." Si quieren verme ensatanada, no hay forma más fácil.
Durante nuestra infancia y mucho del resto de nuestras vidas, se nos pide que estemos felices. Contentos. Todo. El. Tiempo. Eso no sólo es imposible, sino que no es sano. Sentir sentimientos es natural (por lo menos eso me han contado) y no todos son positivos. El hábito de identificar el estado emocional que se tiene y poder ponerle un nombre es uno de los pilares de la inteligencia emocional. Y es ésta, no el cociente intelectual, lo que determina de mejor forma nuestro éxito en la vida.
Ahora, una cosa es estar encachimbado y otra cosa es que se le salga a uno el chamuco. Yo muy en mi derecho de enojarme podré estar, pero jamás hay excusa para rematar contra un tercero. El mejor mandamiento en una negociación es: "El que se enoja, pierde." Podría estar mejor redactado: "El que demuestra que se enoja, pierde", pero eso es muy largo.
A mis hijos trato que expresen sus frustraciones, si están tristes, decepcionados, enojados, etc. Les acepto que me digan si esas emociones van dirigidas hacia mí. Lo que no es permitido es que actúen sobre eso: está bien que te enojes, pero no que me tires todo en el cuarto.
Es una señal de respeto dejar que alguien se enoje y no pretender negarle el sentimiento. Si recibimos de mil amores las felicidades, aguantémonos compartir los ratos colorados. Y si me miran echando chispas por allí, por favor, por el bien de nuestra cordial convivencia, no me pidan que no me enoje.

Monday, February 9, 2015

Todavía Soy Hechicera, Pero No Adivina

Me queda un año de matrimonio para convertirme en bruja (jeje). Lo de adivina, mi marido diría que sí le leo la mente y mis hijos están convencidos que lo hago. En realidad, aunque muchas veces tengo una buena idea de lo que están pensando, prefiero preguntar directamente. Nada cae peor que alguien pretenda saber lo que uno quiere, piensa, espera, sin tomarse la molestia de averiguarlo primero.
Por eso yo sí aconsejo la extraña costumbre de poner en forma clara y expresa las expectativas de las partes en cualquier relación. Eso de "a ver qué sale", es poner en el Waze como destino "Fracaso" y tomar la ruta más directa. Además, que es un ejercicio que hay que realizar frecuentemente, porque las relaciones, como los seres humanos que las llevamos, no son estáticas. La fluidez obliga a cambiar los roles. Recién casados, yo trabajaba y pagaba las cuentas de la casa de mis papás enfermos, viajaba, me levantaba tarde los fines de semana... Ahora tengo dos jefecitos de tiempo completo, sin vacaciones ni remuneración en efectivo y mis tiempos libres son contados en los minutos que cierro la puerta del baño con llave. Así es la vida. Pero yo sé cuáles son las expectativas (de nuevo esa palabra clave) que tenemos en nuestra familia y aquí saben también qué espero de todos. Así se trabaja más fácil.
Esto aplica para todos. Desde dos personas que están empezando a conocerse, un trabajo, amistades de años, relaciones casuales, hasta lecturas del tl. No importa si lo que se quiere es simplemente una enmotelada rápida y no volver a ver al fulano, mientras se tenga claro.
Un genio de quien aprendí cómo escribir dice: "El riesgo del insulto es el precio de la claridad". Prefiero sentirme insultada, pero saber bien sobre qué estoy parada.
Para mientras, seguiré disfrutando de mi estatus de "hechicera" y escuchando los pensamientos de mi marido furtivamente.

Friday, February 6, 2015

Mi Traida Exigente



Prefiero los gatos. No me gustan los perros. Apestan, babean y todo el tiempo requieren de atención. Los gatos huelen bien, jamás sueltan baba y sólo se acercan de vez en cuando. Si un perro no se ejercita, destroza la casa entera. Un gato encuentra entretenimiento solito, aunque sea con una bolsa de papel. En pocas palabras, los perros son chiclosos, melcochosos, "needy". Guácala.
A nadie le gustan esas relaciones. Tampoco estoy aconsejando la distancia y frialdad como modus operandi, pero un poco de espacio personal siempre es saludable.
Yo no soy el mejor ejemplo del término medio, tiendo más hacia las áreas gélidas, miau. Pero aprecio a la gente que me quiere y me busca aún con mis carencias emotivas. He aprendido a ser cariñosa con mis hijos, pero sí tengo que recordarme conscientemente de darles un abrazo todos los días. Mi esposo recibe mis demostraciones a través del estómago: yo cocino para agradar, es un milagro que no rodemos en esta casa.
Cada uno tenemos la medida de lo que nos agrada. Más importante, de lo que no nos agrada. Por eso es tan difícil hacer juicios de valor sobre la forma en la que vive la demás gente, porque no estamos en sus zapatos, no sentimos con su corazón y definitivamente no pensamos con su cabeza.
De nuevo, las relaciones melcochosas y dependientes me ahogan y por eso siempre he tenido gatos. Hasta ahora todo me había funcionado bien. Hasta ahora. La gata que habita en mi casa me sigue por todos lados, maúlla constantemente, siempre quiere estar sobre mí y (horror de horrores) babea. Peor que traida exigente. Prefiero al hámster.

Thursday, February 5, 2015

La Privacidad en Vitrina

"¡Espérense! Hay que tomarle foto a la mesa para subirla." "¡Estamos celebrando x o y cosa! ¡Hay que avisarle al mundo!" "¡Me corté el pelo, miren cómo quedé!" "Estoy a dieta y lo detesto." "Me siento feliz." "Me siento triste."
Les podría seguir dando ejemplos, pero es más fácil que se vayan a mi tl y miren mis tuits. Y los de todo el resto de usuarios. Las cosas nos dejan de parecer "reales" si no las compartimos en alguna red social. Y está bien. Como humanos, necesitamos sentir que pertenecemos a una tribu y nuestra vida moderna nos permite hacer comunidades virtuales. Los que entramos tarde en ese juego (o sea, los que estamos más cerca de los 40s que de los 20s), todavía buscamos llevar a rl (real life) las interacciones que sostenemos con avatares. La suerte inmensa que he tenido al llenar mi vida de las personas que descubrí en Tuiter, no sé si sea común.
Aún así, no me siento cómoda soltando detalles personales al aire. Leer intimidades me shoquea. Tal vez es por eso que el pobre chato de la valla me pareció tan valiente. Ni siquiera en estos tiempos de transparencia el poner el corazoncito a disposición del escrutinio y ridículo del mundo se mira tan seguido. Lo mismo con las personas que tienen exposición pública en medios. Eso de ponerse de blanco de cualquiera con una opinión, es difícil.
La línea entre lo que se comparte y no, la determina uno mismo. Es igual que un escote, uno decide cuánto enseña y se atiene a las consecuencias. No voy a pretender destapar hasta el esternón y que no me miren con hambre (por lo menos, sería peor si fuera con lástima).
Y ahora, si me disculpan, tengo que compartir es post en mi tuiter para que me lean.

Wednesday, February 4, 2015

"La Vida Es Dolor..."

"... cualquier que te diga algo diferente, te está tratando de vender algo." "Mi nombre es Iñigo Montoya, mataste a mi padre, prepárate para morir." "- Hasta la muerte. - ¡No! ¡Hasta el dolor! - Me temo que no estoy familiarizado con esa frase..." Sí, me sé casi toda "The Prince´s Bride" de memoria. Por mucho es mi película favorita, aunque ahora que la miro detesto el papel de babosa que hace la tal "Buttercup", pero eso es harina de otro costal.
Y sí, hay un tema interesante durante la película: el dolor. Físico, emocional, sentimental. No es aquí el único lugar en donde se toca, tampoco. Se puede decir que es el tema universal de nuestra existencia en este "valle de lágrimas".
Mi papá decía que el dolor está en la mente. Mi mamá sufrió de dolor crónico durante veinte años que le amargaba la existencia. Cada parto conlleva una medida más o menos enorme de dolor. Hacer ejercicio tiene como consecuencia dolor muscular. No hay escapatoria.
Tampoco la quiero. Gracias al dolor podemos identificar que algo nos lastima y protegernos (tanto física, como emocionalmente). Por el dolor medimos nuestras fuerzas. Y sólo tenemos orgasmos, porque los receptores de dolor se activan (y eso que no estoy hablando de 50 Shades).
No me gusta el dolor. Lo soporto, a veces lo acepto como parte inevitable de algo que me gusta, como hacerme un tatuaje. Pero nunca le huyo. Porque si se niega el dolor, no se aprende de él y uno vuelve a encontrarse en la misma situación que lo llevó a él.
Por el momento, sin dolor, vuelvo a repasar las frases que le dice "Wesley" al príncipe "Humperdink", después de describir cómo le va a ir cercenando cada uno de sus miembros, menos las orejas: "Hasta el dolor es que resuene en tus orejas perfectas el sonido de cada grito al verte." Y después se levanta, e Iñigo logra su venganza y el gigante encuentra los caballos y se van. Si no la han visto, véanla.

Tuesday, February 3, 2015

"Ese" Jefe

El que lo trata a uno como ganado, completamente reemplazable. Indiferente a los problemas personales, sólo le importa el resultado. Directo para las críticas, severo, distante, jamás trata de ser amigable. ¿Pastel para el cumpleaños? Ni de chiste. Uno sabe en dónde está parado.
También está el otro jefe. El buena gente, casaquero, que pregunta hasta por el chucho de la casa. Comprensivo, cuenta chistes, que igual se voltea con SU jefe y se lleva todo el crédito por el trabajo que uno hizo. Que en vez de ayudarte a avanzar, te tiene bajo su pie, de una manera tan agradable que ni te das cuenta. El que aconseja como el "mejor amigo" que no te vayas a estudiar una maestría porque hay que aprender a trabajar, pero a su hermano lo beca. Arenas movedizas son más estables.
He conocido de los dos tipos. Mil veces prefiero al primero. Es como tener un perro que uno sabe que es enojado y que mejor no se le acerca uno. No como esos engendros del demonio que se acercan moviendo la cola y, cuando uno menos se lo espera, ¡zas! que le zampan a uno la mordida en la nalga (#TrueStory).
Así también prefiero rodearme de gente clara. En general me siento atraída por las personas cortantes y directas, ésas que no son las más populares. Pero son íntegras. La integridad entendida como la unidad entre lo que se piensa, se habla y se hace es la cualidad que más admiro y busco. ¿De qué me sirven halagos vacíos, sonrisas falsas y cariños sin sustancia? No estoy diciendo que no me guste que me echen flores, sólo que prefiero unas chatías reales a unas orquídeas de plástico.
Y sí, prefiero al jefe hijuelascienmilseñoritasdelavidaalegre. Siempre. Ya me han mordido demasiados chuchos.

Monday, February 2, 2015

"No Me Gusta Tu Pelo"

"Ese vestido no te queda bien." "Ahora sí te estás engordando." "Me parecía mejor el otro color." Éstas y otras opiniones nos asaltan en varios momentos de nuestras vidas, generalmente de la boca de la gente que más nos quiere. Yo creo que es por una mezcla de cariño que no sabe expresarse y un sentido inflado de nuestra importancia en la vida de los demás. ¿Por qué otra razón se dispararía alguien un comentario sobre otra persona, sin que sea solicitado previamente?
A mis amigas les doy una oportunidad (las amenazo): "¿De verdad quieres saber mi opinión?" Ya les he compartido a ustedes mi carencia de empatía, lo que me hace tener pocas delicadezas en el momento de expresarme. Por lo mismo, prefiero verme bonita (o sea, mantenerme callada), porque: 1. Si lo que están haciendo, tienen puesto, dicen, piensan o creen no me afecta a mí de forma directa, no tengo ningún derecho de pronunciarme al respecto; y, 2. Les tengo el suficiente respeto como para creer que ya están grandecitas y saben lo que hacen.
Claro que esto no aplica para los hijos. Bueno, no siempre. Se ponen las reglas de cada casa y se refuerza su cumplimiento (sí, suena a estado militar, qué les puedo decir). Pero si la niña se quiere poner una blusa morada con el pantalón rojo y las calcetas verdes, pues... que salga en fachas. Prefiero que encuentre su estilo. Todavía llevo quemado el recuerdo de los vestidos de panalito que mi santa madre me zambutía hasta los 10 años. Y yo era una niña grande, que parecía como de a 12. Con colitas y listones y calcetas caladas y toda la cosa. Fatal.
Tal vez si nos liberamos de la idea que la conducta y apariencia personal de los demás nos impacta directamente a nosotros, somos más felices. Es una carga adicional que no tenemos por qué llevar. El lema "me pela tu vida" es casi un acto de amor. Aprendiendo a querer a los demás como son, no importándonos qué hagan ni cómo se miren, somos mejores amigos. Y siempre tenemos la opción de alejarnos de las personas que nos hagan daño.
Claro, de casi todas esas personas. Mi tía viejita, la que hace los comentarios de arriba, a ella no la puedo dejar de ver. Todas las semanas. Le abro el carro, me siento, suspiro y espero el saludo de turno. Lo mejor que me ha dicho últimamente es: "Mija, te veo algo delgadona." Me daré por dichosa.

Friday, January 30, 2015

El Centro del Universo

Soy yo. Por supuesto. Como dice una sabia amiga mía, "Cómo no me voy a querer, si he estado conmigo desde que nací." Soy la primera persona de la que estoy consciente cuando despierto y con la última que convivo cuando me duermo. Aún en mis sueños, allí estoy yo, siempre. La dichosa objetividad es un mito, porque sólo puedo observar, procesar, pensar, experimentar, desde los confines de mi cerebro. Me asalta la duda si lo que yo percibo como el color "rojo" es el mismo que alguien más, o yo interpreto la frecuencia de luz que emite el "rojo" como alguien más mira el "azul". No hay forma de saberlo.
Aprender a quererse uno mismo es una de las luchas de la vida, porque de tantas etiquetas que usamos para describirnos, muy pocas son cariñosas. Si le habláramos a otra persona como muchas veces nos tratamos a nosotros, pocas personas tendrían amigos. Los adjetivos a veces han germinado de las semillas plantadas por nuestros padres, quienes, aún con la mejor de las intenciones, a veces la cagaron. Decirle a un niño que es tal o cual cosa es armarles el corral dentro del que se moverán por mucho de su vida si no aprenden a saltarse la barda.
Pocas veces miro al espejo y no busco el defecto, cuando podría enfocarme en cualquier otra cosa. El barro en la punta de la nariz pesa más que el resto de la cara. Y así, somos nuestros compañeros de vida más cargosos. Si el centro de nuestro universo está dañado, todo lo demás sale de su gravedad. Dichos como "La caridad empieza en casa" también aplican para la propia persona. Incluso, el mandato toral de la religión de muchas personas es "Ama a tu prójimo, como a ti mismo." Si no me amo yo, cómo se lo voy a pasar a los demás.
Carecer de empatía es un reflejo de la necesidad de control, de perfección, de rigidez. Lo sé muy bien, empática no soy. Estoy aprendiendo. Porque tengo hijos a quienes amar y hacer sentirse amados. Por eso estoy siendo más compasiva conmigo misma. Más paciente. Más autoempática. Más cariñosa.
Y, también por eso, no se asusten si alguna vez, frente a un espejo, me escuchan cantar bajito: "¡Qué bonita soy, qué linda soy, cómo me quiero!" Los invito a unirse al coro. Su universo se los agradecerá.

Thursday, January 29, 2015

Mi Papá Decía...

..."Todo tiene modo y se hace suavecito" ... "No hay nada peor que un tonto con iniciativa" ... "No hay enano bueno (refiriéndose al cócker de mi mamá que salía a pelearse con el rotweiller de la cuadra, para bienestar económico del veterinario)" ... Pero de todos sus dichos, el que más problemas me causaba y lo sigue haciendo, es "Lo perfecto es enemigo de lo bueno."
Nunca lo he entendido. ¿No se supone que hay que hacer siempre las cosas lo mejor posible? ¿Que el ser humano está llamado a alcanzar la perfección?
Hay cosas que simplemente he dejado de hacer, porque no me salen bien. Bueno. Sí me salen bien, no me salen perfectas. ¿Para qué hacer algo si no se hace perfecto? Me molesta mucho que me corrijan, no por falta de humildad, sino por frustración.
Y así nos quedamos muchas veces, paralizados por el temor de que algo no nos salga perfecto, aunque lo hagamos bien. Lo jodido es que la perfección es una pared que se escala sin fin, porque nunca deja de crecer. Sencillamente siempre se pueden hacer mejor las cosas. La clave está en hacerlas e irlas mejorando.
Si sólo existieran las cosas con errores, no tendríamos ningún app. Los desarrolladores sacan un modelo que funciona y le arreglan los bichos en el camino, para eso están las actualizaciones. No podríamos estudiar, porque nunca lo aprenderíamos todo. Jamás hablaríamos otro idioma, aunque podamos comunicarnos. Yo jamás me hubiera metido a hacer karate hace menos de un año. Me sale torcido, me confundo entre derecha e izquierda, doy las vueltas para donde no son y los niños de 8 años tienen más coordinación que yo. Pero siempre quise hacerlo y, en vez de aplastarme con las otras mamás a esperar que los peques entrenen, allí me pueden ver, haciendo vueltegatos con pulgas que me llegan a la cintura. Haciendo payasitos. Haciendo ruedas. Haciendo katas cheretas. Haciendo el ridículo porque no me sale perfecto. Nunca me va a salir perfecto. Pero alguna vez me va a salir bien.
Para mientras, cada vez que el perro enano de mi suegra me muerde los zapatos cuando me mira y me ruptura el tímpano con sus dulces ladridos, me recuerdo de mi padre y concedo que no hay enano bueno.

Wednesday, January 28, 2015

Las Relaciones Enfermizas

No lo puedo dejar. Me incomoda, me lastima,  me tortura, pero siempre regreso a él. Lo valoro por sobre los demás que me tratan mucho mejor. Es mi fiel compañero desde hace muchos años y siempre le he tenido un cierto resentimiento. Veo a otras por la calle que pueden darse el lujo de no necesitarlo. Yo, en cambio, no pongo un pie fuera de mi casa sin él. Imposible presentarme ante el mundo sin brassiere. Detestable artefacto de tortura, difícil de conseguir, costoso de comprar. Si uno encuentra uno bonito, no es funcional y los funcionales, pues... no son como para concurso de sensualidad. Pocas relaciones así de tormentosas y dependientes.
Todos tenemos algo o alguien que nos hace sentir así. Una piedra al cuello es más fácil de soportar que algunas reuniones familiares a las que se está "obligado" a asistir. Los comentarios afilados de la gente que nos quiere, parten el espíritu con una presición de láser de oculista. Unos zapatos que nos encantan, pero que nos dejan los pies como que hubiéramos caminado sobre brasas. Una cuenta de Tuiter que nos revuelve el hígado cada vez que la leemos.
Lo pesado en todos esos casos es una pura ilusión. Nadie está obligado a tener contacto con cosas o personas que le molesten. Con ninguna. Por supuesto que el cortar el hilo conductor tiene consecuencias, sólo es cuestión de medirlas y ver en dónde se encuentra el mayor bienestar. ¿Le cae mal cómo escribe alguien en su tl? Deje de seguirlo. ¿No le gusta una religión? No la profese. ¿Le parece que cierta conducta sexual está mal? No la practique. ¿Los zapatos le sacan ampollas? No se los ponga. ¿Una persona lo lastima? Deje de verlo. Por lo menos podemos tener el consuelo de la posibilidad de tomar decisiones como éstas.
En teoría, yo podría salir de la casa con las comadres sueltas y ser feliz. En la práctica, ayer se me olvidó empacar el bra en el maletín del gimnasio y pasé la mañana más incómoda de mi vida. Lo primero que hice cuando regresé a casa fue ponerme un sostén. Lo maldije a la media hora.

Tuesday, January 27, 2015

Limitantes Naturales

Hasta ayer, en mi casa sólo había una planta: una maceta de violetas puesta en la ventana de la cocina. La bendita planta florea constantemente, un revuelo de morado que alegra la vista de cualquiera que entra al lugar. Yo procuro ni siquiera verla demasiado. Tengo tan mala "mano" para las cosas verdes, que se me muere hasta la mala hierba. Alguna vez intenté darle una compañera. La violeta nueva murió y la que quedó se resintió tanto, que dejó de dar flores durante tres meses. Delicada la infeliz.
Simplemente, la horticultura, orquideología (no se dice así, pero así se entiende), plantación de hortalizas, sembrado de rosas, cuidado de macetas, ni regado de cactus son mis fuertes. Tampoco pararme de manos, montar en bicicleta, distinguir fácilmente entre izquierda y derecha, atrapar una pelota, bailar con ritmo, la geografía y el recordarme del nombre de las personas (aunque me las hayan presentado mil veces), entre muchas otras. Tengo, como todo el mundo, límites naturales impuestos por mi estructura corporal (jamás hubiera podido ser gimnasta olímpica, ni baletista), mi (falta de) destreza física, la poca atención mental que ocupo para ciertas cosas y mi carencia de empatía.
En general, las personas que más se esfuerzan en desarrollar una destreza, la que sea, que no tienen en abundancia natural, son las que terminan dominando de mejor forma el tema que les interesa, aún más que alguien para quien se le hace fácil y no le pone atención. Por eso se nos dice a los nuevos padres que no se deben felicitar cualidades innatas de los niños como ser "inteligentes". Se les recalca lo orgullosos que podemos estar de su esfuerzo. Porque los humanos poco podemos cambiar de las cosas con las que nacemos. Pero definitivamente tenemos dominio de qué hacemos con ellas.
Nuestras limitantes son las fronteras que podemos traspasar para encontrar nuevos mundos, mejores experiencias, más autoconfianza. Después de más de 35 años, aprendí a hacer una rueda, lo que me dio más satisfacción que cualquier otra cosa que, tal vez haya podido desempeñar mejor, pero que no me costó el mismo esfuerzo.
Por eso, ayer, adquirí un precioso tulipán en maceta. Hay que regarlo una vez a la semana, secar los bulbos cuando deje de florecer, meterlos tres meses a la refri y replantarlos dentro de un año. Por el momento, ya pasó 24 horas vivo bajo mi cuidado.

Monday, January 26, 2015

Los Benditos Pecados Capitales

"Ah, Vanidad, mi pecado favorito", concluye el personaje de Al Pacino en El Abogado del Diablo (si no ha visto la película, deje de leer esto de inmediato, consígala, mírela y luego puede regresar conmigo). No sólo esta lica habla de los pecados "capitales", que son 7, como el título de la película con Brad Pitt. Tampoco la literatura se salva de nombrarlos, como podrán atestiguar Dante y Virgilio en su famoso paseo por el Infierno (de los tres libros, el Infierno es, por mucho el más entretenido. Allí, Dante rostiza, cuelga, desholla, ahoga en excrementos, etc., a sus enemigos. Simpático.)
Todos caemos en uno, dos, o varios de ellos en algún momento de nuestras vidas. Somos más vulnerables a uno en particular, que es al que regresamos como mujeres maltratadas.
El mío es la vanidad. Por mucho. La gula y la pereza se pelean el segundo lugar, pero cada vez que me quiero meter dentro del bote de Nutella, la vanidad me susurra en su verde voz y me aleja de las garras gorditas de la gula. Mi cama se convierte en un vientre vaporoso que me incita a visitarlo, pero allí va de nuevo la vanidad a sacarme del letargo y hacerme partirme la madre.
Bendita vanidad. Porque todas las cosas "malas", aún los clasificados pecados capitales tienen algo bueno qué sacárles. Los humanos sólo somos tan fuertes como la más fuerte de nuestras debilidades, esas cualidades que llamamos "defectos". Pero todos podemos aprender a tomar ventaja de esas carencias.
Una persona con deficiencias de veracidad puede utilizar toda esa energía en inventar cuentos, fantasías y enriquecer el mundo con historias épicas. Nadie calificaría a Tolkien de "mentiroso", al contrario, se le tiene en la cima de las épicas fantásticas.
¿Qué sería del arte culinario sin personas que padezcan de debilidad por la comida? Terminaríamos comiendo un menjurge pastoso con todos los nutrientes necesarios para subsistencia, pero sin nada del placer.
La pereza es la madre de todos los inventos que utilizamos para facilitarnos la vida. ¿O qué? ¿Mejor seguir lavando la ropa en el río sobre una piedra, en vez de apachar un botoncito en la lavadora? No. Gracias.
El chiste es conocernos a nosotros mismos, saber en dónde flaqueamos y utilizar esas debilidades a nuestro favor. Lo más difícil es el primer paso, porque estamos acostumbrados a ver nuestros defectos únicamente como eso: defectos. Todo tiene dos caras, hasta las virtudes. Y, así como la mejor forma de vencer una tentación no es enfrentarla, sino salir huyéndole lo más rápido que se pueda, lo ideal para superar un defecto no es luchar contra él, sino utilizar su fuerza para ser mejor.
Por eso, yo también prefiero la vanidad sobre los demás, porque me empuja a vencer mi gula y mi pereza. Y también soy abogada, tal vez por eso me gusta tanto esa película.

Friday, January 23, 2015

El "No" en Positivo

"No me quiero ir a dormir." *Lo mandan a dormirse. "No me quiero comer el brócoli." *Lo hacen tragarse el arbolito. "No quiero hacer deberes." *Termina sentado haciendo lo que tiene que hacer. Y así, la infancia y mucha de la adolecencia se pasa uno diciendo que no quiere hacer algo, sólo para hacerlo de todas formas y, encima de todo, sin poder alegar.
El "no" es una palabra poderosa. Tanto así, que si usted le da una instrucción en negativo a una persona, como: "No me traiga papaya", diez a uno que la fruta más prominente en el plato va a ser la que más le ofende. Porque nuestro cerebro tiende a borrarla cuando la escucha. Por eso se dan instrucciones en positivo a los niños: "Ven. Siéntate. Suelta. Deja. Respira."
Cuando uno es padre, son contadas las veces que permitimos a los niños ejercer el "no". Es en aras de la convivencia social dentro de la casa. Pruebe usted soltar a sus hijos a que hagan lo que les venga en gana y después me cuenta qué tan rápido va a buscar el palito con el que algunas personas disciplinan a sus hijos (en serio, hasta los venden. Sin comentarios.) Pero existen áreas de ejercicio de opciones, sobre todo las más personales, en las cuáles es casi obligatorio: si el niño no le quiere dar un beso al extraño que lo está saludando, déjelo; si ya no quiere comer, que se levante de la mesa, eso sí, que se espere hasta el siguiente tiempo de comida.
Poder decir que no implica que uno sabe decir que no. Si nos enseñaran cómo desde temprano, probablemente no nos juntaríamos con dos compromisos sociales a la vez, no hubiéramos salido con el monstruo de la laguna negra que todos tenemos en nuestro pasado y podríamos establecer mejores límites en nuestras relaciones. "No (inserte el nombre del(a) jefe aquí), no voy a trabajar el sábado. Le termino todo en el tiempo acordado, pero mi tiempo personal no se lo doy, si no me lo paga." ¡Ja! Suena difícil, ¿verdad? Pues así debería ser con todo. "No gracias, no quiero salir contigo." "No gracias, no puedo ir a tu fiesta." "No gracias, no quiero drogas." Etc., etc.
El sólo hecho de poder decir que no, libera tiempo, energía, emociones y posibilidades para hacer otras cosas. Pero, como dijo el Tío Ben, con un gran poder viene una gran responsabilidad. El no es simplemente un director de opciones conscientes, que nos hace darnos mejor cuenta de lo que hacemos. Y sí, el riesgo es caerle mal a la gente, pero el premio es más libertad. Hay que pesar qué prefiere uno.
Para mientras, tengo que ir a ejercer mi obligación de decirle a mi hija enferma, que no puede salir de la cama. En fin.

Thursday, January 22, 2015

La Nece(si)dad de Torturarse

Lo abomino con cada molécula de mi ser. Su voz me persigue por el laberinto de mis peores pesadillas. Contraigo los músculos de ese glorioso pedazo de mi cuerpo que se encuentra justo debajo de la espalda cada vez que lo miro. Y, aún así, regreso cada mañana de estos dos meses a pasar con él media hora retorcida por la relatividad de Einstein hasta parecer media semana. "¡Vamos! ¡Cinco segundos más! ¡Quiero que ya no aguantes!", y otras cosas peores para que suba otra vez la pierna, dé otro salto, levante el cuerpo del suelo.
Maldita la necesidad de hacer ejercicio. Duele, cansa, rompe y rasga y allí sigue uno, dándole, porque quiere "estar bien y saludable". Viene cualquiera de nuestros ancestros (de los alienígenas que salen en el History) a observar lo que hacemos con tal de estar en forma y definitivamente nos manda al equivalente del manicomio de su planeta, que seguro será "re bonito".
¿Se dan cuenta que para que el músculo crezca, se tiene que romper? Las microfracturas que uno le causa hacen que se repare para volverse más fuerte. Al corazón hay que llevarlo al límite para que no nos haga la gracia de quedarse parado en el más inconveniente de los momentos. Y no basta con encontrar una actividad que a uno le guste y repetirla para siempre, porque el gracioso de nuestro cuerpo se acostumbra y nos hace trampa. Hay que cambiar constantemente de tortura, todo con tal de forzarnos a mejorar.
Mientras tanto, lo que realmente quisiera estar haciendo es dormir. Leer. Ver tele. Cualquier cosa que no implique el dolor, el esfuerzo, el sudor (guácala). Pero tengo la escuela de mi madre, quien no movía una sola falange del más pequeño de sus dedos y murió antes de conocer a sus nietos, con el cuerpo plagado de achaques. Eso no es para mí.
El sacudirme la pereza y saltar como demente, levantar pesas, hacer abdominales, me representa una incomodidad. Así es la vida. Todo lo que se obtiene con esfuerzo repercute para bien en nuestras vidas por un tiempo casi indefinido. Además que impacta a las personas a nuestro alrededor. Si usted sabe caminar hoy, es porque de pequeño se cayó al suelo y se lastimó más veces de lo que sus propios padres se pueden acordar. Si es un adulto con alguna medida de cordura, es porque su cerebro recortó todas las conexiones neuronales que no necesitaba en un proceso adecuadamente denominado "adolescencia".
Así es que me trago el dolor, resisto el llamado de sirena de mis sábanas, me visto de forma ridícula y pongo el video del capataz del infierno. Lo odio. Si alguna vez lo conozco en persona, le doy un beso.

Wednesday, January 21, 2015

Una Triste Epifanía

Las fresas con crema explotaron en mis papilas gustativas y mi cerebro me informó que eran lo más exquisito que hubiera comido jamás. Fresas con crema (y un poco de Stevia). No un pastel decadente de chocolate, no una pizza desbordándose de queso, o cualquiera de las comidas que normalmente asociamos con placer alimenticio.
Casi lloro de la tristeza.
Durante los últimos cuatro meses y un poco más, suprimimos de nuestra ingesta toda clase de granos (trigo, maíz, avena, etc.), leguminosas (manías, lentejas, garbanzos, frijolitos), azúcar y alimentos procesados. Lo que comenzó como un programa de 21 días para terminar de bajar un porcentaje de grasa a nivel de vanidad satisfecha, ha devuelto en un cambio completo de hábitos de compra, cocina y consumo por razones de salud, bienestar, energía y, sí, también estética.
Entonces, ¿por qué la desolación? Como especie, el ser humano se encuentra en el pináculo de la disponibilidad de alimentos. Si usted tiene el dinero para comprarlos, puede obtener dos o más veces su requerimiento calórico en cualquiera de los menús de la cadena de comida rápida de su elección. Nuestros antepasados se rifaban el físico cada vez que debían cazar el animal, o recolectaban la comida a riesgo de ser cazados a su vez. ¿Se puede usted imaginar la parálisis cerebral que le ocasionaría a uno de esos cavernícolas la posibilidad de doblar la esquina y encontrarse que, no sólo no tiene que cargar con sus armas, acechar, correr, matar, destazar, regresar con el cadáver, cocinarlo y, por fin, mangiárselo, sino que le ofrecen papitas agrandadas para acompañar su menú?
De nuevo podrá preguntarme, ¿por qué el drama? Simple. El hecho de tener una sobreabundancia de elección, no significa que estemos mejor. Al contrario, la cima sobre la que nos paramos es un sofá amplio sobre el que derrapamos nuestras más amplias posaderas, consecuencia directa de lo gordos, enfermos y fuera de forma que estamos. Y no creo que el prehistórico e hipotético señor que trajimos a comer se comportaría diferente. Ante la opción de comer hasta hartarse o más, seguro que pronto estaría para concurso del hombre más gordo del mundo.
Resulta que hemos logrado llenarnos de comida extra que sólo nos enferma. Que nuestros cuerpos funcionan mejor con combustible limpio (para estar ecológicamente al día). Que mientras menos cosas modernas/procesadas/artificiales nos metamos, mejor.
Que, mientras más parecido comamos a nuestros antepasados, mejor.
Si esto es así con algo tan básico como la comida, ¿qué tanto no aplicará para el resto de cosas de las que nos rodeamos? ¿Verdaderamente necesito comprar lo último de la moda? ¿Trabajar 10 horas al día? ¿Meter a los niños a 99 actividades extracurriculares?
No sé. Lo estoy pensando. Y por eso, al darme cuenta que esas fresas con crema estaban bailando una danza de erotismo gustativo en mi boca, porque ya no me gusta un alfajor (comprobado esta Navidad), me contuve la lágrima que quería escapar.